El escritor y docente conversa sobre su segunda novela, su singular estructura y el uso del lenguaje, así como las influencias literarias que han marcado su obra.
Ezequiel, ¿cómo te va?, gracias por atendernos.
Buen día. Buen día, muchas gracias a ustedes por la comunicación y por el interés y la lectura. ¿Cómo va?, ¿todo bien?
Bien, bien. Acá empezando un poco el receso escolar de las vacaciones de invierno. Claro, claro. Vos sos docente en la universidad,
Y en escuelas secundarias también.
Ah, mira. De hecho, ahora estoy justo en un aula vacía.
Te iba a decir, hay un eco de aula vacía.
Exactamente, sí, porque tuvimos como la primera reunión de receso y acabamos de terminar.
Bueno, y como te digo, vos ya habías escrito una novela premiada, así que de repercusiones sabés, pero ¿cómo te estás llevando con tanto comentario que generó y que está generando Mandarino?
Bueno, en realidad ni me llevo ni me dejo llevar mucho, o sea, leo algunas cosas que se publican, algunos comentarios y bueno, es un poco el momento en el cual el texto a uno se le escapa de las manos y está muy bien que así sea, que genere la repercusión que tenga que generar y las lecturas que tenga que generar, así que agradecido y eso, siempre que haya un lector me parece que es una buena noticia.
Yo no leí la novela, acá Diego sí, así que en un ratito las preguntas pertinentes y buenas las va a hacer Diego, pero yo mirando por arriba y sobre todo el tratamiento con el lenguaje, pensaba un poco en Sama, quiero saber si tiene algún punto de contacto con la gran novela de Antonio Di Benedetto. Yo creo que tiene un poco que ver, sobre todo en el universo de Sama, es un universo que a mí me influyó muchísimo y la búsqueda de Di Benedetto también en tratar de transmitir esa temporalidad propia que construye Sama y también esa idea de escarbar un poco en los momentos previos a las independencias latinoamericanas, que en Argentina pareciera ser un punto de quiebre, un punto de comienzo para pensar la literatura argentina, y creo que ahí hay un experimento, una forma de indagar o escarbar en territorios un poco menos transitados. Creo que ese podría ser el punto de contacto, más allá de que Sama me parece una novela extraordinaria y una de las mejores que leí, así que esos son como los puntos de contacto. No sé cómo terminar haciendo esa influencia en la novela. Yo comentaba recién que se habla también de un tratamiento del lenguaje y me pregunto si eso estaba antes de la novela, la idea de utilizar un lenguaje relacionado con esa época y de un lenguaje que no es puramente el lenguaje de hoy. Sí, es un lenguaje que fue surgiendo con la novela. Es una lengua que está construida en torno a ciertos giros de la lengua colonial, pero no necesariamente del todo así, con algunas variaciones que son propias de la escritura o de lo que me llevó hacia donde me llevó la escritura, y que de alguna manera fue construyendo esa lengua propia del mandarino, que en realidad es una lengua de variaciones.
Ezequiel, ¿cómo andas? Diego te saluda. Bueno, iba a empezar por ahí justamente, con este lenguaje que habla esta gente, que es nuestro lenguaje con alguna variación, como en los pronombres, y aparece con la historia. ¿Cómo haces cuando estás escribiendo que eso sea una marca de este pueblo?
Completamente de acuerdo. Así un poco surgió esa lengua, que también es sistema, porque no debe ser sistemática. Es que no podría ser de otra manera, ¿cómo podría ser si no? Entonces se convierte también en una sistematización y en una forma de percibir ese alrededor que creo que es propia de este pueblo y también de la experiencia que tienen que atravesar. Es una experiencia de novedades y también de intemperie y de nuevos descubrimientos del alrededor. Eso me llevaba hacia cierta lengua que tenía que ver con la lengua de los descubrimientos. Solamente que desde esta novela vista también desde otros puntos de vista, o desde otro colectivo, en todo caso. Pero sí, fue surgiendo un poco esa lengua también con los personajes, con el personaje del mandarino que es quien habla y quien construye un poco ese alrededor también. Claro, y este mandarino, el narrador, lo de los géneros también aparece con la novela, en un momento escribe o va siguiendo una especie de diario de viaje, después hay una carta, ¿eso también apareció con la novela? ¿Fue algo que te apareció con la escritura, digamos?
Sí, surgió también con lo que, a medida que avanzaba la novela, quería contar sobre determinadas cuestiones más argumentales. Y para eso necesitaba también algunos géneros como la carta, como el diario, como un poema de repente. Es decir, que esos géneros se hicieran cargo también de lo que tenían que contar. También desde una mirada un poco… ¿cómo decir? Que está todo el tiempo rebalsándose, porque es alguien que se hace cargo de todos esos géneros y de todas estas tareas y de todo ese alrededor, también con un poco de incertidumbre en la propia tarea de contar. Y eso es como una especie de… ¿cómo decir? De tarea que es un poco imposible de abordar, que es la de tomar todos esos cargos a su nombre, es decir, el que escribe el diario, pero también el que mide las distancias, el que cartografía, es decir, tomar todas esas tareas para sí, entendiendo desde un comienzo que no solo es una locura, sino que es imposible hacerlo. Claro, porque también está esta idea del tiempo que es absolutamente atractiva cuando vas leyendo. Te vas preguntando, ¿dónde están estos tipos? Porque hay algo del idioma que es del pasado, pero hay también una cosa del futuro distópico, de este pueblo que no tiene alimento, hay presente también toda la cuestión ambiental, y en todas las entrevistas que leí, todos te preguntamos por lo mismo. Hay como si tuviéramos que resolver ese enigma, Y en realidad el chiste para ahí es que es todos los tiempos. Yo creo que un poco ese es el chiste, o este es el… bah, chiste no. Esa es la forma, en todo caso, de pensar una temporalidad que es anacrónica, que es una temporalidad de superposición de tiempos, en el sentido en el cual, como si te dijera una especie de obra pictórica que tiene todos los tiempos, incluso de su interpretación y de su mera pincelada y el polvo, etc. Es decir, cuando vas escarbando en ese objeto, hay muchos tiempos que están superponiéndose y que conviven, que coexisten de manera tensionada. En todo caso, lo que no puedo resolver, y por eso me lo preguntan, pero tampoco lo puedo resolver, es esa tensión. Es decir, justamente lo que hay es esa tensión temporal. Era lo que buscaba.
Y quiero preguntarte, por último, de mi parte, las influencias. En todas las entrevistas también aparece, obviamente, Sayer Di Benedetto, por la cuestión, no sé, del río. Vos sos de Ramallo, De Ramallo, sí. ¿Qué más, además de Sayer Di Benedetto, lees, te gusta, te influenció, te marcó?
Mirá, sí, Sayer sale justamente de la relación con Sayer, yo creo que también fue una cuestión del río, como si el río también fuera potestad de Sayer,
Sí, es el dueño, El dueño del río, claro. Juan L, Sayer y Juan L. Exacto, Juan L y Sayer, los dueños del río. Pero está muy bien. La relación con Sayer es una relación de lectura. No sé en esta novela en particular cuánta influencia de Sayer habrá. La verdad es que no lo sé, porque justamente lo que uno trata de hacer es sacarse encima un poco esa mirada que observa desde el hombro, porque es una mirada muy pesada y uno se la tiene que sacar de encima. No, pero te lo pregunto también, perdón, porque hay como una pereza, ¿viste?
Bueno, si hay río, Sayer, y ya está. Si hay laberintos, vos. Exactamente. Es decir que es eso mismo, si hay río, Sayer o Juan L, y es cierto que hicieron una codificación en términos literarios muy fuerte, esos autores, en esto también, del río, o la misma libertad de mitrópulos, Es decir que hay una forma de entender esa espacialidad muy fuerte que obviamente cuando uno se acerca al río está cargado un poco de ellos también, Pero bueno, en mi caso, mis lecturas son muy variadas. Así como me gusta Sayer, me gusta César Aira también, o sea, no es que elijo una tradición y me quedo ahí. También me gusta, por ejemplo, de los autores de ahora, me gusta mucho como escribe Selva Almada, Hernán Rocino, por ejemplo. Es decir, no sé en cuánto será su influencia, pero esos son un poco los autores que me interesa buscar o ver qué es lo que están haciendo.
Ezequiel, ¿qué tal? Te habla ya con mucho gusto. ¿Cómo estás? Retomo el tema del estilo del libro que toma ciertas características del diario de Indias. Y yo leí en alguna entrevista tuya que decías que vos trabajás con textos coloniales desde hace mucho, por lo cual seguramente fue algo más natural, o esto te facilitó a la hora de escribir, Elegir este estilo. ¿Bajo qué contexto vos trabajas con estos textos coloniales?
En el contexto de mi trabajo como docente, sobre todo. Yo doy clases de literatura colonial. Entonces es un tipo de textualidad a la cual recurro frecuentemente, porque tengo que dar clases sobre eso. Y lo cual es una ventaja porque hay ciertos giros, ciertas formas, ciertas sintaxis que a mí me facilitaba un poco por frecuentarlo, además, ese tipo de textos. Y también era un peso en algún momento cuando me quería sacar de encima eso. Es decir, que yo quería construir una lengua que no fuera únicamente la crónica de Indias, porque tampoco tenía sentido. Y entonces tenía que estar ahí inhalando un poco en un léxico que fuera también del pueblo, en una forma de expresión, en una sintaxis que también no fuera la propia de las crónicas de Indias. Y en algunos giros, en algunas formas que se repiten, que marcan cierto ritmo repetitivo en la novela, que fueron encontrándose diferentes tradiciones o fuentes. Así que un poco se fue el trabajo. Bueno, ahí está la novela para leerla. Como todas las novelas, está ahí disponible.
Acá recomendamos, por supuesto, a Diego le gustó la novela. Así que Ezequiel, te felicitamos por haberlo logrado, por los comentarios, y te agradezco mucho esa charla con nosotros. Lo mejor para lo que viene, para vos.
Muchas gracias a ustedes por la lectura, por el interés, y estaremos hablando. Un beso grande. Adiós.
Era Ezequiel Pérez, escritor docente, hablando de Mandarino, su segunda novela. Tiene una novela anterior, Diego, que anduvo muy bien. Es una novela que ganó un premio. La novela aquella se llama Hay que llegar a las casas. Ganó el concurso de Letras 2020 del Fondo Nacional de las Artes. Fue seleccionada entre las cinco finalistas del premio Medife en aquel momento. Y en este caso, Eterna Cadencia.