Golpe en el Museo: La Historia del Robo de Arte más Grande en Argentina

Golpe en el Museo: La Historia del Robo de Arte más Grande en Argentina

Una entrevista con el autor Imanol Zubiela Salvo sobre su reciente libro. El periodista y licenciado en Comunicación Audiovisual, Imanol Zubiela Salvo, detalla en su libro «Golpe en el Museo» el robo de obras de arte más impactante en la historia argentina, durante la última dictadura militar. Publicado por Editorial Planeta en febrero, el libro examina el asalto y sustracción de la colección Mercedes Santa Marina en el Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, la madrugada del 26 de diciembre de 1980.

«Golpe en el Museo», que tiene un subtítulo, que es la historia del robo de obras de arte más grande de la Argentina durante la última dictadura militar, está publicado por Editorial Planeta, es novedad del mes de febrero y cuenta la historia, como dice el subtítulo, de este robo de obras ocurrido en la madrugada del 26 de diciembre de 1980, cuando un grupo de ladrones vació la sala donde estaba la colección Mercedes Santa Marina en el Museo Nacional de Bellas Artes, en la Ciudad de Buenos Aires. Y es casi una novela policial el libro,

Imanol Zubiela Salvo: Lo es.

– Está escrito por el periodista y licenciado en Comunicación Audiovisual Imanol Zubiela Salvo, que está en comunicación con nosotros. Imanol, ¿cómo estás? Gracias por atendernos. Buen día.

Imanol Zubiela Salvo: Buenas, ¿qué tal? ¿Cómo andas?

– ¿Todo bien?

Imanol Zubiela Salvo: Bien, un poco mojado, pero bien.

– Felicitaciones por el libro.

Imanol Zubiela Salvo: Muchas gracias.

– Sé que hay un laburo grande ahí atrás, de investigación,

Imanol Zubiela Salvo: Sí, yo arranqué a hacer el libro hace como cuatro años, casi.

– Claro.

Imanol Zubiela Salvo: Empecé primero haciendo una nota para Topardo, de la revista mexicana.

– Sí, sí.

Imanol Zubiela Salvo: Sí, de la revista Leyla Guerriero.

– Sí, de Crónica.

Imanol Zubiela Salvo: Y arranqué haciendo primero esa nota y cuando la trabajaba con Leyla dije, che, esto re da para hacer un libro, porque todo el tiempo íbamos sacando cosas, porque si no, más que una nota iba a ser una biblia. Entonces, ahí arrancó un poco la investigación y después siguió como por dos años más, más o menos, y después todo el año pasado estuve corrigiendo el libro con Ana Wazuk, que fue mi editora.

– Sí, claro. ¿Cómo se trabajó ese trabajo? ¿Un año de edición llevó?

Imanol Zubiela Salvo: Sí, la versión que está ahora, o sea, la que salió publicada es la versión 5, pero justamente porque con Ana trabajamos mucho con la cuestión periodística, entonces todo el tiempo era como volver a chequear y chequear y chequear y chequear.

– Claro, claro, claro.

Imanol Zubiela Salvo: Y que por ahí era certificar una fecha y Ana además es muy buena editora, muy minuciosa y me hacía comentarios del estilo, che, acá decís que esta carta está en el folio 14 de tal expediente y en la página 45 decís que está en el folio 16. Entonces era volver a revisar papeles, cajas, mugre, a ver en qué folio estaba y todo eso, y estuvimos como un año más o menos ajustando esas tuerquitas.

– Mirá quién es. Imanol, ¿cómo andas? Diego, ¿todo bien?

Ay, ¿qué haces, Diego? Te extraño, hace mucho que no te veo.

Imanol Zubiela Salvo: Hace mucho que no tomamos un café, es verdad.

Sabía del, bueno, me habías contado que estabas con el libro, pero no sabía mucho más. Bueno, lo leí el fin de semana y la verdad que es un montón de libros dentro de un libro, porque primero es para conocer un poco cómo funciona esto del mundo del arte, que vos lo conoces un poco más. ¿Quién fue, para empezar, porque creo que es un libro de personajes, hay muchos personajes. ¿Quién fue primero Mercedes Santamarina, que es como la colección que se roban del Museo de Bellas Artes?

Imanol Zubiela Salvo: Bueno, ella era como una aristócrata. Era hija de uno de los Santamarinas que funda Santamarina, ahora de seis hijos y hermanos, que es esta empresa que administra Campos de la Provincia de Buenos Aires, que sigue existiendo al día de hoy. Y era sobrina de Antonio Santamarina, que fue uno de los que fundó la Sociedad Estímulo de Bellas Artes, con todo el grupo de aristócratas que fundan el museo al final del siglo XIX. Mercedes era hija de Ramón II, se quedó sin papá cuando era muy joven, entonces heredó mucho dinero junto a sus hermanos. El problema que tenía es que, como nunca se casó y en ese momento la legislación argentina no le permitía a las mujeres hacer uso del dinero sin la autorización de sus maridos o de sus padres o del hombre a cargo del que quedaran, ella no podía usar esa fortuna. Entonces lo que empieza a hacer, empieza a comprar obras de arte porque el mercado del arte no está regulado, entonces ella podía hacer uso y desuso de esa fortuna sin tener que pedirle permiso a nadie. Y empieza a coleccionar más por capricho que por una cuestión estética definida. No es que coleccionaba solo, no sé, pintura impresionista francesa del siglo XIX, sino que compraba cualquier cosa, lo que quería, lo que le gustaba, lo que sea, porque a ella lo único que le importaba era que las obras que tuviera en su casa se dieran bien, funcionaran una al lado de la otra. Es un poco como una curadora doméstica, digamos.

Y pasa algo muy curioso, que es que la historia del arte como que no historizó mucho las colecciones de las mujeres, como que sí hizo mucho trabajo sobre las colecciones de los hombres. De hecho, la colección de su tío, Antonio Santamarina, está recontraestudiada, hay un millón de papers, un millón de libros, todo, y en cambio de Mercedes mucho no se sabe. De hecho, no es que hay mucho material de archivo ni nada. Yo para conocer un poco más la historia fui a Tandil con Juan Elman, que es un amigo que es periodista también, y con Javiera Pérez Salerno, que es una amiga también de Tandil, y ellos me ayudaron un poco a investigar lo que daba esta mujer en esa ciudad, porque ella, toda la familia Santamarina tiene una impronta muy fuerte en Tandil. Eran dueños de muchos campos, siguen siendo dueños, etcétera. Y el Museo de Bellas Artes de Tandil tiene parte de la colección Santamarina, o sea, la que no se afanaron, que tiene mucho mueble, mucha joya, muchas cosas de ella. Además tiene un retrato que se mandó a hacer ella. Es medio como la única imagen que tenemos de cómo era. Tenía una colección bastante grande y bastante linda, que bueno, las obras importantes de esa colección estaban en el Bellas Artes y son las que se roban en el ’80. Quedan algunas todavía en el Museo. Uno va ahora al Museo y existe la Sala Mercedes Santamarina al día de hoy, con obras menores, y el resto está en Tandil, en el Museo de Bellas Artes de Tandil.

Y el libro, bueno, me parece que está la historia del robo, pero permite conocer tres momentos importantes de la Argentina. ¿Por qué tiene? Primero, en los ’80 nos muestra una dimensión de la dictadura, que por ahí no es la que todos conocemos, digamos, vos decís dictadura es, bueno, milicos desapareciendo. Acá vemos cómo hacía la dictadura para investigar un caso policial, que es básicamente a todos los implicados torturarlos para que digan algo. O sea, la investigación policial es básicamente eso. Después nos vamos a los ’90 cuando aparece un poco la colección y vemos un poco, conocemos la Argentina de los ’90. Después conocemos la Argentina de los 2000 porque los cuadros aparecen en un momento, en el 2001, en el peor momento de la Argentina, aparecen unos personajes increíbles, un inglés que se ocupa de recuperar piezas de arte, y llega al país en el 2001 que me dice, bueno, lo encontré, necesito que me den 50 mil dólares y les consigo las obras, y acá no hay mango. Hay un montón de personas, el libro también sirve para conocer 30 años más o menos de Argentina, de la historia de Argentina.

Imanol Zubiela Salvo: Sí, es también como una historia medio lado B, un poco porque no se supo mucho la historia del robo.

¿Por qué pasó eso? Ayer hablaba con alguien que está en el mundo del arte y como que lo tenía medio de costado este robo. ¿Por qué no es muy conocido?

Imanol Zubiela Salvo: Bueno, mostraba un poco de desatención de parte de un gobierno que había hecho de la seguridad tal vez como una especie de credo. También que se supiera que, digo yo, pensando en Imanol, haciendo como un poco de, tirando una teoría, pero me imagino que debe haber sido eso también, que pasó mucho las cosas en dictadura. Primero, creo que hay algo de eso. No es que la dictadura justamente era como el gobierno en la transparencia, sino todo lo contrario. Creo que pasan muchas cosas diferentes por las cuales no se sabe qué pasó con esas obras ni se supo mucho en estas décadas sobre el robo.

Sabían lo que robaban, eso sí, Degas, Manet, Cezanne.

Imanol Zubiela Salvo: Eso sí, pero para mí como que la historia se olvidó primero porque el mundo de las artes visuales no es tan popular como puede ser el mundo de la música, el mundo del teatro, el mundo del cine. Todo el mundo conoce actores, actrices, músicos, pero es raro que conozcan muchos artistas visuales por fuera de los famosos, tipo Marta Minujín, Antonio Berni. Para empezar, pasa eso. Después creo que el periodismo también tiene como un sesgo bastante grande que los temas culturales generalmente son como naif o medio boludos y no les interesa tanto y siempre la prioridad tiene que ver con otro tipo de crónica. Generalmente tiene que ver con los sectores populares. Siempre que leemos libros de periodismo narrativo es el pobre chico que lo matan por gatillo fácil y nadie nunca se mete demasiado con las historias de los ricos ni lo que los ricos hacen ni los mundos por donde circulan. Entonces también ahí hay otro sesgo que hace que este tipo de historias un poco no transciendan.

Y después un poco que era la pregunta que a mí me interesaba trabajar con el libro, es que tampoco se describió mucho por fuera de la academia. Sí hay bastantes investigaciones académicas en ese sentido, pero no tanta cosa de divulgación o de periodismo narrativo, que es esta pregunta por los usos culturales de la dictadura. O sea, ¿qué hizo la dictadura con ese patrimonio público durante su gobierno de facto? Bueno, en este caso lo que hicieron fue mandar a robar obras para cambiarlas por armas. Entonces, un poco para mí la combinación de todas esas cosas hizo que la historia pase un poco al olvido. De hecho, tampoco hay tanto material de archivo. Yo fui a leer los diarios de diciembre del ’80 para ver qué habían dicho y la noticia dura en los diarios tres días y chao. Después aparece un poco cuando secuestran a Guillermo Kelly al año siguiente, pero no hay mucho más que eso. Y después cuando llega el momento de la restitución de las obras, tres obras se recuperan, otras trece siguen perdidas, hay alguna cobertura, pero siempre del lado del periodismo cultural, como pequeñas crónicas de ese acto de restitución que se hace en París en la sección de cultura, digamos. No mucho más. Y es muy curioso eso porque la historia tiene un montón de condimentos que uno diría, che, valdría la pena cubrirla. O sea, torturaron a los empleados del museo, después ahí tuvo una cuestión medio de corrupción cuando reaparece la causa a fines de los ’90 y sin embargo se fue dejando de lado. Pero bueno, creo que es un poco la combinación de esas cosas lo que provocó eso.

Porque aparece también, bueno, un personaje siniestro de la época de la dictadura de Orletti, que es Aníbal Gordon. Y después aparece mágicamente. Hay historias que parece que necesitaron de estos personajes. El juez federal que interviene es Sonia Arvide y es el que se termina llevando un poco el mérito de la recuperación. Es el que percibe que la cosa va a tener o le va a dar cierta chapa a él y a toda su excentricidad. Entonces, por eso digo que es un libro de personajes. Tanto el inglés que recupera las obras, como los taiwaneses que supuestamente tienen las obras. Unos taiwaneses que querían a la vez meterse en un negocio acá. En un momento como que aceptan entregar las obras a cambio de que los dejen meterse con un negocio de madereras. Y después aparece Ollarvide. O sea, el libro también se puede leer como una especie de… o sea, pide ser llevada a la pantalla, me parece el libro.

Imanol Zubiela Salvo: Ojalá, capaz que de menos millonaria, mientras el mismo libro está feo. Sí. Mirá, viste que le llega a tantos que te lo mereces. Sí. El libro, un poco como decían, es como bastante un libro de personajes. Yo cuando lo hice igual tenía la complicación de que ninguno de esos personajes duraba los 25 años de historia, como que todo el tiempo entra en mis revisiones.

Para mí está bueno eso, le da como capítulos, hay apeticiones todo el tiempo.

Imanol Zubiela Salvo: Sí, son como instantáneas. Yo al principio estaba medio preocupado por eso, porque decía, che, no tengo a nadie que me sostenga toda la historia, o sea, que me marque con un hilo. Entonces ahí como que la vuelta que le encontramos con Ana era pensar que los personajes eran las obras robadas. Todo el libro, o sea, la pregunta que todo el tiempo está en todos los capítulos es, bueno, ¿dónde están las obras? Entonces todo gira alrededor de eso y pensar que las pinturas eran como los únicos personajes que teníamos que duraban los 25 años de historia. Porque después sí hay como flashes. Está Mercedes Santamarina al comienzo, la que es la dueña de la colección. Después viene Aníbal Gordon, que es el que orquesta el robo. Guillermo Kelly, Jorge Bluford, que es el director del Museo Nacional durante los ’90 y hasta principios de los 2000. Pero nadie me duraba todos los 25 años. Lo único que tenía eran las obras. Entonces también, obviamente no es explícito, no es que hay una oración que diga el personaje, son las obras. Es más una cosa abstracta, que está ahí flotando. Y los personajes son muy bizarros todos. Y pasa algo muy raro con esta historia también, que es que el propio sesgo de uno diría que esos personajes que son malos y los que deberían ser malos son buenos y los que deberían ser buenos son malos. Como que es todo bastante ambiguo. Entonces, no sé, por ejemplo, la que consigue que dejen de torturar a los empleados del museo es Nelly Blaquier, que al mismo tiempo era una persona que la vinculaba con la noche del apagón, que es este episodio en el que cortan la luz en Ledesma, donde está el ingenio de Ledesma, que es la familia Blaquier, y desaparecen a los obreros y sindicalistas.

Claro, un apellido muy vinculado con la dictadura.

Imanol Zubiela Salvo: Exacto. Y uno pensaría que ella tendría que ser la mala y sin embargo es la que para la tortura. Entonces todo es como muy confuso. Mismo Jardine, que uno a priori es como un juez que fue muy cuestionado, puesto en duda, pero casi lo destituyen en el 2001, y sin embargo es el que consigue recuperar las obras. Entonces la historia para mí en ese sentido también tiene algo medio contraepocal. Ahora son todos buenos o malos. Hay como puntos medios. Y para mí todos son medio buenos y medio malos. Depende qué día, qué hora, qué hizo, etc. Y esta historia tiene un poco de esa rareza contraepocal en donde todos son medio buenos y medio malos. Para mí los únicos buenos son Mercedes Santamarina y un galerista francés, pobrecito, que ellos lo tienen de hijo, y que es el que cuida las obras mientras se resuelve la cuestión judicial y después todo el mundo se olvida de él.

– Estamos en charla con Imanol Zubiela Salvo a propósito de su libro, interesantísimo libro «Golpe en el Museo», que publicó Editorial Planeta a principios de este mes.

– Leí algunos fragmentos del libro y se me generó una incógnita que quizás me puedas develar. Cuando los serenos se despertaron y encontraron que habían sido robadas las obras, Anselmo Ceballos y Eusebio Guía, ellos sentían olor a quemado. ¿Qué es lo que se estaba quemando ahí?

Imanol Zubiela Salvo: Lo que hacen los ladrones es prender fuego a las vitrinas de acrílico para sacarlas como las antiguas chinas, se roban pinturas impresionistas y además vacían unas vitrinas donde había objetos de arte decorativo, vasillas, jarrones, vajillas, etc..