La reciente obra del cineasta argentino Hernán Rosselli, «Algo Viejo, Algo Nuevo, Algo Prestado», que debutó mundialmente en la prestigiosa Quincena de Realizadores de Cannes y se alzó con el premio a Mejor Película en el Figunal, es una exploración absorbente al trasfondo de la quiniela clandestina. Ambientada en el sur del conurbano bonaerense, la película no solo sumerge al espectador en una subcultura vibrante y llena de matices, sino que también reflexiona sobre las complejidades de la legalidad y la vida en los límites borrosos de la sociedad.
En una reciente entrevista, Hernán Rosselli compartió detalles sobre su fascinación e inspiración para este proyecto cinematográfico. Al mencionar su experiencia personal con el mundo de la quiniela, Rosselli relató: «Es un mundo que conozco bastante de cerca, porque en mi barrio estaba el Chino Sabela, que es un personaje real y aparece nombrado en la película». Una figura notoria en la comunidad, el Chino Sabela dejó una marca imborrable en la infancia del director, cuyo entorno estaba impregnado de esa incierta pero intrigante atmósfera de la actividad clandestina.
La película, que ahora puede disfrutarse en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) todos los sábados de diciembre a las 20 horas, se nutre de una base de realismo documentada extensamente. «Está muy documentada, por decirlo de alguna forma», afirmó Rosselli al referirse al meticuloso proceso de investigación que precedió a la producción. A través del uso de material de archivo, el director logra una inmersión auténtica en los mundos del pasado y presente que coexisten en la narrativa del filme.
Rosselli explicó cómo la película se originó a partir de material visual que le había mostrado Maribel Pertetto, la actriz protagonista: «No eran pelis familiares, estaba filmado con cierta ambición de cineasta, porque su padre había querido estudiar cine». Este hallazgo le permitió entretejer la ficción con el archivo, dándole a la película una textura de veracidad que poco a poco enreda al espectador en su narrativa.
Uno de los elementos más destacados del filme es su enfoque en la configuración contemporánea de la quiniela y el cambio impulsado por las tecnologías modernas. «El mundo de la quiniela, donde se cuenta la plata y donde se computan apuestas, está siempre vigilado por un circuito cerrado de televisión», indicó Rosselli, en alusión a la transformación de las dinámicas de juego mediante la tecnología digital.
Por supuesto, hablar de un tema con tantas aristas y matices no está exento de riesgos. Sin embargo, la dirección de Rosselli mantiene una distancia crítica que evita el gesto moralizador. Como él mismo expresó: «Lo único que interesa son las personas». A través de una cámara que observa sin juzgar, la película no solo revela, sino que celebra la diversidad humana inherente al universo callejero de la quiniela.
Al fin y al cabo, lo que Rosselli logra con «Algo Viejo, Algo Nuevo, Algo Prestado» es hacer visible un microcosmos lleno de vida y de personajes multidimensionales, sin sacrificar en el proceso una reflexión más amplia sobre las tensiones sociales y económicas de un país en constante cambio. «Las empresas empezaron por fuera de la ley. El Estado tiene su aparato de inteligencia fuera de los límites de lo legal», reflexionó Rosselli, con una claridad provocadora que invita al espectador a cuestionar sus propias percepciones de lo que es permitido o no.
La película captura de manera evocadora la nostalgia de viejas tradiciones en un mundo en constante evolución. Al concluir la entrevista, Rosselli reflexionó sobre el cambio en un tono casi melancólico: «Es cada vez más inhumano… Los slot machines no tienen ni el libro de los sueños, ni el glamour de la ruleta, ni nada».
«Algo Viejo, Algo Nuevo, Algo Prestado» es más que una obra cinematográfica; es una experiencia de inmersión en un submundo que es tanto familiar como exótico, y una meditación sobre el tiempo, la memoria y la perpetua danza entre lo visible y lo oculto.
Aquellos interesados en explorar este universo rico y envolvente no deben perder la oportunidad de verla en el Malba y seguir su recorrido en otras salas del país, como el Gomón de Buenos Aires y en festivales y cines de las provincias. Hernán Rosselli, con su mirada perspicaz y su vasta experiencia como editor, nos invita a un viaje extraordinario a través del tiempo y el espacio de nuestras propias ciudades y, quizá, de nuestra propia historia.