La narrativa sigue a Arturo, un treintañero que lidia con la alienación y la presión social de actuar conforme a su edad. Shanly explica que «Arturo es un estudio de un personaje que no está actuando en consecuencia a su edad», una premisa que, a lo largo de la película, se revela como un espejo para muchos que viven sus propias crisis existenciales. «Me sentía bastante solo en esa situación», confiesa Shanly, «y de repente vino mucha gente a decirme, ah, sí, estamos en la misma ciudad, mirá».
Intrigado por la figura central de su película, Shanly no se limita al retrato de Arturo, sino que dibuja un tapiz generacional a través de su entorno. Las interacciones entre Arturo y su micromundo –la boda de su mejor amiga, las discusiones con su amiga cuñada o los momentos introspectivos y solitarios– ofrecen un entorno rico en contraste y complejidad. «No es solamente el retrato de Arturo, es un retrato coral también», señala el director, destacando la importancia de los personajes secundarios que, al igual que Arturo, enfrentan sus propios desafíos.
Una de las decisiones creativas clave de Shanly fue la incorporación de una voz en off que acompaña el relato. No como un simple narrador explicativo, sino como un reflejo subjetivo de lo que Arturo percibe, permitiendo al espectador cuestionar la fiabilidad de su introspección. «No es un narrador muy confiable», apunta Shanly. Esta particularidad dota al filme de una capa adicional de complejidad, donde la percepción del protagonista siempre se encuentra en una zona gris entre lo real y lo imaginado.
El elenco de «Arturo a los 30» es otro de los pilares que sostiene la narrativa. Shanly optó por una mezcla de actores profesionales y amigos personales que aportaron autenticidad a la obra. «Son todas personas un poco que quiero», afirma Shanly, «me causaba gracia hacerlas actuar». Esta elección contribuyó a un tono natural y matizado, donde cada interacción suena genuina y cargada de una realidad difícil de simular.
Shanly revela que la obra tiene una fuerte raíz autobiográfica, aunque aclara que «nada de lo que le pasa a Arturo en la película es literalmente parte de mi vida». Sin embargo, no cabe duda de que la película es un reflejo íntimo y personal de sus propios pensamientos y experiencias. «Supongo que la película fue un intento no sé qué tan efectivo de sacar a Arturo de mí», admite, dejando entrever que, hasta cierto punto, el proceso de creación fue terapéutico.
El proceso de producción atravesó diversos desafíos, particularmente al ser interrumpido por la pandemia de COVID-19. Shanly relata cómo esta situación fue incorporada al desarrollo de la película: «Estaba tan metido en la película… me parecía lindo terminar la película ahí, en un momento en que él active, en un momento en que todo se frena». La pandemia no solo afectó el timing de la cinta, sino que abrió la puerta a una reflexión más profunda sobre el carácter de Arturo y sus decisiones.
Sin duda, «Arturo a los 30» se presenta como una obra inusual, que combina humor y reflexión en una misma medida. La atención sobre cuestiones que resultan familiares para muchos de su generación resuena de forma particular, haciendo de esta película no solo un entretenimiento, sino una invitación a introspectar sobre nuestras propias experiencias y el peso de las expectativas externas.
Las críticas han sido mayoritariamente positivas, avalando la multifacética dirección de Shanly. Además, las audiencias han acogido con entusiasmo esta producción, logrando una conexión genuina con el público que encuentra afilados momentos de verdad en el reflejo del mundo que «Arturo a los 30» les devuelve.
Para aquellos interesados en una película que combina el toque cómico con el existencialismo, y que desafía al espectador a mirar dentro de sí mismo mientras sus personajes intentan entenderse a lo largo del camino, es un recomendado indiscutible. Una clara evidencia de que Martín Shanly es un director con una voz única y prometedora, capaz de transmitir con autenticidad las dudas y crisis de toda una generación.