En las bulliciosas calles de Buenos Aires, un grupo de más de 100 entusiastas del dibujo, mayoritariamente arquitectos, ha encontrado una manera única de capturar la esencia de la ciudad: los Croquiseros Urbanos de Buenos Aires. Esta iniciativa, que comenzó a tomar forma allá por 2010 bajo la visión de Roberto Sangela, ha florecido hasta convertirse en un evento cultural de prestigio, reconocido recientemente por su labor artística. En conversación con Carlos Sáenz, arquitecto y parte del núcleo organizador, nos adentramos en el mundo de este fascinante grupo y su actividad declarada de interés cultural por la legislatura local en 2015.
La aventura de los Croquiseros comenzó en un rincón icónico de Buenos Aires. «Esto comenzó en el 2010, hacia fines del 2010. Roberto Sangela, que es el fundador, convocó a otros colegas a dibujar en La Boca, en La Vuelta de Rocha, un día», recuerda Sáenz. Inspirado en movimientos internacionales como los «urban sketches», Sangela logró congregar a un pequeño grupo con un mismo amor por el dibujo, transformándolo con el tiempo en una comunidad expansiva.
El método de trabajo del grupo es una combinación de libertad creativa y apreciación del entorno urbano. Sáenz detalla el proceso: «Se elige un lugar, por ejemplo, el primero fue la Vuelta de Rocha, ahora el próximo sábado vamos al Hipódromo de Palermo». Los encuentros se estructuran en sesiones de tres horas donde cada participante elige el rincón del paisaje a plasmar, sin restricciones en cuanto a técnicas o materiales. «La mayoría somos arquitectos, pero no es condición. Hay gente que le gusta dibujar, que tiene ese hobby, y bueno, se puede arrimar tranquilamente», explica.
Una de las particularidades del grupo es la diversidad de técnicas utilizadas. «Hay gente que dibuja con lápiz, tinta, marcadores, óleo, acuarela», apunta Carlos, destacando que lo esencial es la comodidad del artista. La digitalización también ha encontrado su espacio en las reuniones de los croquiseros, con varios participantes optando por el uso de tabletas para sus creaciones.
El objetivo, más allá de la técnica, es atrapar la esencia de Buenos Aires. «La idea es hacer lo que primero te impresiona de ese lugar, de ese edificio, poder respetarlo», afirma Sáenz. Una vez finalizado el ejercicio artístico, los miembros se reúnen para mostrar sus obras en una especie de mini exposición improvisada. «Pasadas las tres horas nos juntamos a mostrarnos los dibujos, y después nos vamos a tomar un café», describe sobre el ritual que fortalece los lazos internos del grupo.
En cuanto al impacto cultural y social, los Croquiseros participan también en eventos que buscan sensibilizar sobre problemáticas urbanas específicas. «Hemos hecho, por ejemplo, una muestra con el motivo ‘Basta de mutilar árboles’, que no eran específicamente de un lugar, sino convocadas por algún tipo de organización», cuenta Sáenz. Estas actividades se han mantenido incluso durante la pandemia, adaptándose al formato virtual cuando fue necesario.
A pesar de la cohesión y la amplitud del grupo, la venta de los trabajos no está entre sus objetivos primarios. Sáenz asegura: «Nosotros no vendimos absolutamente nada, como entidad, como organización, no estamos contemplados de ninguna manera en vender». Sin embargo, los miembros tienen libertad para gestionar propuestas individuales que surjan fuera del marco de las reuniones colectivas.
El reconocimiento reciente de la Fundación Konex, al otorgarles el diploma de mérito en la categoría de Colectivos Artísticos, destaca aún más el valor cultural de esta iniciativa. En palabras de Sáenz, dicho premio «es un gran reconocimiento que nos impulsa a seguir desarrollando nuestra labor artística».
La próxima salida de los Croquiseros Urbanos de Buenos Aires invita a todos los interesados a unirse. «La próxima es el sábado este, el 15 de octubre, a las 14.30, en Libertador y Gerego, en la entrada del hipódromo», informa Carlos, enfatizando que cualquier amante del dibujo es bienvenido.
Los Croquiseros Urbanos de Buenos Aires han trascendido su función inicial de grupo de dibujo para convertirse en un movimiento cultural que no solo embellece con su arte, sino que también revalora los espacios urbanos al destacarlos desde la perspectiva única de cada integrante. En un mundo donde el olvido de lo cotidiano es frecuente, estos croquiseros nos recuerdan que siempre hay belleza por descubrir, lápiz en mano y la ciudad como musa.