El Museo Virtual de las Jarras de Pingüino, inaugurado recientemente por Alejandro Frango y su socio Joaquín Martínez, es una experiencia digital única que explora la rica historia de este peculiar objeto asociado tradicionalmente al vino común de mesa en Argentina. Alejandro Frango, quien lidera este proyecto, compartió detalles sobre la naturaleza y trascendencia de esta colección, enfatizando que su pasión por las jarras de pingüino es más que un simple interés estético o funcional.
«Siempre me pareció muy curioso que pusiésemos vino en pingüino, siendo el pingüino un habitante de una zona donde las miles no proceden», comentó Frango en la entrevista. Este pensamiento inicial lo llevó, allá por 2004, a comenzar su colección, que hoy cuenta con 260 piezas únicas. Estas jarras han sido cuidadosamente seleccionadas y clasificadas en seis salas temáticas, cada una con un enfoque distinto: desde «La Tierra Fundante» hasta «El Futurismo», cada sala representa un ángulo de la rica historia detrás de estas piezas, que va más allá de las fronteras argentinas.
La tradición de la jarra de pingüino tiene sus raíces en el siglo XIX en Francia. «Ahí empiezan a hacerse las primeras jarras, que tienen no sólo motivos de pingüinos, sino de vacas, camellos, patos, y gallos», explicó Frango. Esta cultura pasó a Italia y luego, con la migración masiva, llegó a Argentina donde se popularizó por la afluencia de inmigrantes italianos. La notable presencia de pingüineras en la Patagonia argentina también ayudó a establecer al pingüino como un ícono favorito.
Frango explicó cómo esta colección ha evolucionado no solo por compras personales, sino a través de intercambios y regalos. «Me trajeron una de Alemania, una de Italia, la más vieja de la colección es una que llama Mostano, que tiene un sello que dice Génova 1927», compartió, destacando la variedad y el valor histórico de las piezas.
Además, el museo virtual no es solo un escaparate de bellas jarras. Alejandro y Joaquín tienen planes de expandir y llevar la experiencia más allá de la pantalla. «Estamos mandando mails a bodegas e instituciones, porque nos damos cuenta que la gente, más allá de la virtualidad, que es una maravilla, tiene necesidad de tocar, de ver, de recorrer», aseguró Frango, revelando su deseo de crear una versión física del museo.
Uno de los aspectos más fascinantes del proyecto es la forma en que Frango conecta sus conocimientos filosóficos con la colección, asignando nombres significativos a cada una de las jarras. Por ejemplo, eligió llamar a uno de ellos «David Foster Wallace» en homenaje a «What is Water», un ensayo significativo del famoso escritor estadounidense.
Respecto al valor de las piezas, Frango detalló que las 260 jarras son únicas, cada una con su propia historia y valor. «El más valioso es uno que está en la sala dos, que es la portada de la sala dos, que le hemos puesto Messier-Lacombe», refiriéndose a una jarra que llegó a subastarse en Sotheby’s London por una suma significativa. Sin embargo, personalizó su apreciación diciendo que su jarra favorita es «Ojo Verde», una que resuena especialmente con su gusto personal.
El museo virtual, que se puede visitar en [jarradepingüino.com](http://jarradepingüino.com), promete ofrecer no solo historia y arte, sino también una experiencia comercial. «Estamos abocados a tener una tienda, en estos días empezamos a vender unas remeras que confeccionamos con el pingüino», explicó Frango, indicando que la colección no es solo para la contemplación sino también una oportunidad para expandir el concepto cultural más allá de las vitrinas digitales.
Frango concluyó diciendo sobre la misión del museo: promocionar, dignificar y reconocer la jarra de pingüino como un objeto que trasciende su uso en bares y bodegones. «Quiero que el pingüino sea el identificador, no solo de las mesas, de bares de estudiantes o de goles y demás, sino que prestigie el vino argentino».
El viaje de Frango y Martínez con las jarras de pingüino es un testimonio de la riqueza cultural y la historia que a menudo permanecen escondidas en objetos cotidianos. Su aspiración de crear un museo físico, junto con su dedicación a ampliar la colección, sugiere que esta tradición continuará evolucionando y cautivando tanto a argentinos como a entusiastas internacionales del arte y la cultura del vino.