En una cálida tarde, tuvimos la oportunidad de conversar con Nilda Cruz, una apasionada artesana de «La Ruta del Artesano Manos del Valle Calchaquí», un colectivo que reúne a talentosos creadores del arte textil en la provincia de Tucumán, Argentina. Nilda, quien representa a la comunidad artesanal del Mollar, nos transporta con sus palabras a un mundo de tradición ancestral y técnicas innovadoras, donde la confección de prendas va más allá del comercio, convirtiéndose en una extensión de la identidad cultural de la región.
Entre Valles y Telares: Un Viaje a Través del Tiempo
La Ruta del Artesano es una parte fundamental de «La Vuelta al Valle», un circuito que recorre desde El Mollar, pasando por Tafí del Valle hasta Amaicha del Valle. “Somos un grupo de artesanos que cada uno tiene su emprendimiento en su casa. Tenemos nuestros talleres y también salimos a feria, como ahora”, comparte Nilda desde el stand que representa a la casa de Tucumán en una feria artesanal. Este recorrido no solo promueve el turismo, sino que permite a los visitantes sumergirse en el proceso de creación de piezas únicas, hechas a mano con dedicación y esmero.
La conversación con Nilda revela un mundo en el que la naturaleza y el ingenio humano convergen armoniosamente. “Allá se utiliza únicamente la lana de oveja y la lana de llama”, explica. Desde temprana edad, Nilda estuvo inmersa en estas prácticas, heredando el conocimiento de sus abuelas. “Yo comencé desde muy chica… tenía a mis abuelas, que ellas eran tejedoras”, señala, subrayando la importancia de la transmisión intergeneracional en la preservación de estas técnicas.
El Arte de Tejer: Una Ciencia Ancestral
El proceso artesanal de la confección de una prenda es un viaje que Nilda detalla con pasión: “Hacemos todo lo que es el hilado, el teñido, con tintes naturales. Allí no usamos químicos. Usamos todo lo que son plantas, raíces”. Desde la cáscara de nuez hasta las hojas de plantas, el color en cada hilo se vincula estrechamente con el entorno, reflejando una paleta natural rica y variada.
La complejidad del teñido es notable; como explica Nilda, es necesario un elemento conocido como ‘mordiente’ para fijar el color en las prendas. “Es todo una ciencia. […] En los ríos es un polvo blanco que sale de las piedras. Eso fija el color. Se llama lumbre”, revela. Este conocimiento, transmitido de generación en generación, se convierte en un recurso invaluable para asegurar la durabilidad y calidad de los tejidos.
La Resiliencia de una Artesana
Detrás de cada prenda hay una historia personal de esfuerzo y superación. Nilda confiesa que descubrió su vocación durante una época difícil de su infancia. “Tenía ocho años y no podía levantarme de mi cama porque estaba con un problema a los pulmones. Entonces una vecina me empezó a enseñar a tejer a dos agujas”, recuerda con emoción. La actividad no solo le ofreció una escapatoria creativa, sino que fomentó su amor por el tejido que la acompañaría a lo largo de toda su vida.
La inserción de nuevos materiales como el hilo industrial es una respuesta adaptativa a necesidades contemporáneas, como las alergias a la lana en bebés, demostrando su capacidad de innovar sin perder de vista los valores tradicionales. A pesar de los desafíos, el arte textil sigue siendo la elección natural para Nilda y muchos en su comunidad.
Más Allá del Comercio: Un Arte para Compartir con el Mundo
El impacto de estos productos no se mide únicamente en términos monetarios. Cada pieza es una manifestación de identidad cultural. “Lo que más se vende es ropa para niños, pie de cama, poncho”, afirma Nilda, mientras que los precios se mantienen en equilibrio para ser accesibles a un público más amplio: “No tenemos precios muy altos porque también tenemos que saber venderle a la persona”.
El legado cultural también se expresa en la simbología de las prendas, como en el caso del poncho tucumano. Nilda explica que los colores característicos, “el beige con bordeaux”, identifican a la provincia. Además, los métodos tradicionales de teñido con cáscaras de nuez y zanahoria no solo preservan el patrimonio, sino que también se alinean con prácticas sostenibles.
La conversación con Nilda Cruz es un recordatorio de la riqueza que se encuentra en cada esquina del Valle Calchaquí y en cada hilo tejido con historia. La Ruta del Artesano no es solo un viaje físico, es un camino hacia el entendimiento de una cultura que valora la autenticidad, la tradición y el amor por el trabajo bien hecho. En manos de artesanos como Nilda, estas prendas no solo visten cuerpos, sino que también narran historias, conectan generaciones y mantienen viva una herencia cultural invaluable.