El actor regresa a las tablas con «La lluvia seguirá cayendo», una obra escrita y dirigida por Oscar Barna y Finn y Marcelo Zapata. Acompañado por Paulo Brunetti, revive personajes de la pieza «Lejana Tierra Mía», adaptándolos a un nuevo contexto temporal. La obra se presenta todos los miércoles en Beckett Teatro.
Claro, claro. En el 2002 nosotros hicimos «Lejana Tierra Mía» de Eduardo Robner con una gran repercusión porque duró dos años la temporada. En ese momento dijimos, hace 20 años atrás, que lindo sería volverlo a repetir pero con lo que suceda en el tiempo. El tiempo se hizo largo, pasaron 20 años, y luego de 20 años los mismos actores, tanto Paulo Brunetti como yo y con Oscar Barney Finn, que fue el director, nos hemos juntado y reflotamos a los personajes, no a la historia. Porque la vida cambia, Es un poco la historia.
– ¿Qué les había quedado como tintineando de los personajes, como para darles nueva vida?
Tiene que ver con, por un lado, lo intelectual. Decir, bueno, ¿cómo será dentro de tanto tiempo la relación de estos dos personajes? Pero también el trabajo con Paulo, que fue muy armónico, de mucha buena adaptación, y que nos dio resultados buenísimos. Siempre quedamos con la idea de que teníamos que volver a trabajar juntos. Y se dio 20 años después, o 22 años después, porque en realidad está recién ahora. Trabajamos juntos y volvemos a tener la misma armonía, la misma adaptación. Está bueno lo que está sucediendo con esta obra, que es fuerte, emotiva y tiene buena repercusión.
– ¿Les pasa a ustedes, los actores, esto de preguntarse o de que se le hace tanta carne a un personaje que quieren seguir sabiendo de su vida?
Claro, pero eso es más la inquietud, en mi caso, como yo soy escritor también, probablemente tiene más que ver con el escritor que con el actor. El actor, una vez que hace un personaje, está esperando que venga el otro para hacer, ¿viste? En general tiene más que ver o con el trabajo que necesita tener o con la maravillosa profesión que tenemos de cambiar de personaje y jugar un poco con nuestra propia personalidad. Eso es lo maravilloso de nuestra profesión. Pero en general la inquietud de saber qué le pasó al personaje es más del escritor que del actor.
-Bien, ¿y qué pasó con estos dos? Con este padre e hijo, sin espoilar mucho la obra, pero una semblanza, ¿qué es lo que pasó?
Es lo que pasó igual que en la vida, cuando uno cree que va a ser de una forma y cambia en el transcurso del tiempo y es de otra. En ese entonces, en esa obra, el que se quería ir del país porque había una crisis tremenda que era el 2001, era el padre. Ya cansado y demás y el hijo trataba de sostenerlo de alguna manera para que no se vaya. Así terminaba la obra, un poco renegando del país que siempre tenemos problemas. En esa instancia, ahora después de 20 años, la cosa cambió. El que se fue había sido el hijo en ese entonces y el padre se había quedado. Entonces el hijo le impronta un mundo nuevo, distinto, tecnología y demás, y el padre está anclado en lo que fue el siglo pasado todavía. Y ahí aparecen secretos de familia, aparece la discusión entre la tecnología y el arte puro, verdadero. Aparecen otros personajes en la cabeza de ellos. Bueno, es muy interesante lo que sucede.
-Más allá de la obra, de lo interesante de la obra y del juego escénico que tienen ustedes dos, ¿qué significa para vos, como actor, haber vuelto? Hace tiempo que no estabas en teatro, haber vuelto con esta obra.
Tiene mucho significado, mucho, pero mucho. Yo lo digo siempre cuando termina la obra porque para mí es un agradecimiento muy grande. La obra última que había hecho era «Quinto Raúl» en Timbre 4, la obra de Pacho O’Donnell, que fue muy bien, todo fantástico. Y luego yo tuve un pequeñísimo tumor en una cuerda vocal derecha, lo que obligó a operaciones y rayos y demás, que fue solucionado totalmente y que ha dado una voz al horror de Stewart. Que para algunos es muy seductor y para otros, como en el caso mío, digo, puta, es mi herramienta de trabajo. Mi miedo era la vuelta al teatro. Yo ya había filmado, había hecho una miniserie con Marcos Carnevale y con Martín Bossi, habíamos trabajado, pero la cosa es el teatro donde uno tiene que proyectar la voz y tener todos los matices necesarios. Por suerte funcionó. Fue para mí un descubrimiento fantástico.
-Bueno, vos tenés mucho bagaje escénico, mucha experiencia. ¿Cómo fue el momento en que te volviste a subir? Las sensaciones, la respuesta del público.
Muy emocionante, muy emocionante. Primero que uno advierte que la gente a uno lo quiere. Hay algo de cariño. No sé si es una proyección que la gente hace en uno. Pero la realidad es que fue muy emocionante comprender que uno podía volver otra vez al escenario, que para mí, cuando me preguntan ¿qué es más importante para vos, el cine, el teatro, la televisión? Yo fui formado para el teatro y si me falta el teatro, me muero. Ese encuentro personal del actor con el espectador, ese cambio de energía que va y viene, eso es impagable.
– ¿Cuánto tiempo de ensayo les demandó salir con esta obra?
No mucho, porque la obra fue escrita, primero a pedido de Paulo y mío, y donde se incluye un gran escritor como es Marcelo Zapata. Íbamos corrigiendo en general la obra, opinando y diciendo. Cuando nos dimos cuenta ya estaba casi ensayada. Igual ensayábamos un mes, no más que eso. Inmediatamente ya estábamos en condiciones de mostrarla.
-¿Cómo es todo lo que juega alrededor de ustedes, la escenografía, la iluminación? ¿Qué rol juegan dentro del desarrollo de la obra?
Para nosotros los actores, crear un mundo imaginario, todo lo que pueda colaborar para que ese mundo sea concreto, es bienvenido. En esta obra particularmente estamos ayudados por las pinturas de Carlos Gómez Centurión, un enorme pintor sanjuanino. Las pinturas están verdaderamente colgadas. Creo que la obra transmite no solo lo que les sucede a los personajes, sino también un entorno artístico importante.
-¿La sala en Beckett les vino bien?
Sí, yo estuve dando clases en Beckett con Jorge Marral. Conozco ese ámbito y es el lugar ideal para la obra. Por todos los recovecos que tiene, nos vino bárbaro.
-¿Hasta cuándo sigue la obra?
Hasta que nos echen. En principio creo que en agosto pasaríamos a los sábados. Sábado a las seis y media de la tarde probablemente, pero en agosto.
-Osvaldo, antes de despedirte, quería preguntarte por cómo fue para vos transitar una enfermedad y salir adelante, siendo una persona que aparte escribe. ¿Lo plasmaste en algún lado?
No particularmente. Pero se suma a eso que yo perdí a mi esposa hace dos años, después de 50 años de casado, y al mismo tiempo tuve el problema vocal. Desafíos de la vida, donde uno elige si sigue o no sigue. Uno dice, voy para arriba o me dejo caer. Yo elegí seguir para arriba y no para abajo.
-¿Estás contento con lo de ayer?
Sí, claro. Estos chicos nos dieron tantas satisfacciones en este último tiempo. El que metió el gol, ni hablar.
-Gracias Osvaldo.
Gracias a vos.